Biográficamente, Cuenca
Biográficamente y desde su propio nombre evoca “cuenco”, elemento
que alberga, recoge y nutre, por eso durante siglos, Cuenca ha sido crisol de
pueblos: olcades, carpetanos, romanos, musulmanes y cristianos.
Cuenca también está llena de símbolos. En su escudo, con cáliz coronado
por estrella, muchos dicen que se encuentra la velada referencia al Santo
Grial, que leyendas relacionan estrechamente con su conquista a los
musulmanes por Alfonso VIII, rey cristiano. Dicha conquista está narrada
llena de imágenes, como la de la estela de luminarias que el monarca observó
y siguió como anuncio de ese preciso momento histórico.
Otro de los símbolos de Cuenca es su pasado templario, con huellas de
cruces en su Catedral y en San Pantaleón, con potentes imágenes del
arcángel Micael infundiendo valor y fuerza.
Recorriendo la curva vital, Cuenca también es extremo, lugares antiguos
con historia, mezclados con arte moderno y vanguardista, un IAO entrelazado
de lo que fue, es y será. Esa mezcla también es Cuenca.
A nivel de elementos, Cuenca es agua, recorrida y rodeada por sus dos
ríos que enriquecen a su paso su naturaleza y labran con su fuerza su roca…
porque Cuenca también es roca, caliza, horadada, surco, hoz y elevación. La
caliza, que melancólicamente absorbe todo lo que le llega, la convierte en un
símbolo preciso en el que queda grabado el tiempo, por ello biográficamente
se erige como lugar para empezar a estirar del hilo y tejer y destejer la vida.
Cuenca aparte de cuenco, agua y roca, también es altura, pues desde
arriba corona y observa el precipicio hacia abajo y juega con tocar de nuevo
su cielo arriba, rascacielo- rascasuelo, en un continuo movimiento de
rehacerse, nutrirse y religarse…
Cuenca: grial, cuenco, roca, belleza y altura.
¡Cuenca, luz, más luz!